lunes, 13 de diciembre de 2021

Aguilar de Campoo: el magnetismo de la villa palentina

     Aguilar de Campoo es un lugar cuya magia yace en su característico dulce olor a galletas de la mano de Gullón, Siro y Fontaneda -esta última ya no está activa-. La fábrica de Gullón, teñida de su bien conocido color verde hace las veces de anfitriona hospitalaria. Es precisamente esta última la que se ve al tomar la salida que da al pueblo, más antes de llegar allí, hay unos cuantos kilómetros que recorrer. Pongamos que la salida se realiza desde Portugalete, Bilbao o sus alrededores. Aquel que no disponga de coche no ha de preocuparse, existen autobuses que salen de la estación de Intermodal que llevan a Santander y una vez allí se toma el que tiene en su itinerario la preciosa villa de Aguilar de Campoo. Para los amantes de la carretera también cabe la atractiva posibilidad de realizar la ruta en moto. Sea como fuere, el camino pasa por Santander, dejando atrás Beranga, Hoz de Anero y Hoznayo -el hogar de los sobaos y las quesadas pasiegas- y llega a Torrelavega, donde habrá que tomar la salida hacia esta última para finalmente seguir dirección Palencia. A unos cuarenta minutos, se encuentra la señal que indica que es momento de tomar la salida hacia Aguilar de Campoo. No obstante, es importante mantenerse alerta, pues se podrá ver el actualmente bastante derruido pero innegablemente espléndido castillo que lo custodia vigilado siempre por la pequeña basílica de Santa Cecilia.

    Una vez allí, no hay mejor elección que el Hotel Villa de Aguilar para pasar un agradable fin de semana -o cuantos días se deseen- tanto gastronómica como culturalmente. El hotel se encuentra en frente una de las calles del pueblo que llevan a la plaza donde se alza la Colegiata de San Miguel tan imponente como atractiva. Una fuente rodeada de coloridas flores alegra la plaza que está rodeada de bares y casas antiguas. Todas ellas conforman una bellísima conexión entre el pasado y el presente, un hilo mantenido cuidadosamente que conserva todas sus hebras. Detrás de la Colegiata de San Miguel corre el río Pisuerga cruzado por un puente de piedra que lleva al colegio y al paseo del Soto. Pero si por un casual se decidiera dar un giro de 180 grados, sería imposible escapar del magnetismo del paseo de La Cascajera y cruzar el puente que lleva hasta el convento donde se cocinan dulces que bien podrían calificarse de ambrosía. 

    No obstante, a pesar de la calidez que su riqueza cultural y gastronómica transmiten, todo aquel que visite Aguilar deberá ir provisto de una buena chaqueta y unos abrigados pantalones largos, ya que las temperaturas caen con el sol de la tarde. De todas maneras, siguiendo este último consejo merece la pena sentir el cosquilleo del frío en las manos y salir a pasear hacia Los Cinco Caños hasta llegar a la presa del pantano de noche: no hay secreto del cielo estrellado que quede oculto si las nubes deciden levantar el telón del iluminado manto de luceros que adornan la noche.

Fábrica de Gullón y Aguilar de Campoo.             

Castillo y basílica de Santa Cecilia

Hotel Villa de Aguilar


Colegiata de San Miguel

Paseo de La Cascajera desde el puente con la Colegiata de San Miguel de fondo  

 

Convento de Aguilar de Campoo

                                                    Puente y comienzo del Paseo del Soto


Los Cinco Caños

Presa del Pantano de Aguilar

Pantano de Aguilar y parte de la presa desde arriba.



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